La misteriosa luna de Saturno: Japeto, es artificial?

Si hay una luna que se lleva el ránking de todos los misterios, es sin duda la saturneana Jápeto. Al igual que la mayoría de cuerpos celestes dispone de un nombre asociado a la mitología griega. ¿Y quién era Jápeto? Un titán. Hijo de Ea y Urano, y padre a su vez de Atlas, se le considera un precursor de la propia humanidad.

Ahora bien, nuestra protagonista es una luna de enormes dimensiones. Un auténtico titán de corazón de hielo que configura todo un cúmulo de preguntas, teorías y misterios que inspiran la mente de los científicos… y los amantes de las especulaciones más arriesgadas.


Jápeto…¿es una luna? ¿una nave clamufada? ¿o quizá un falso satélite?
Si hay algo por lo que suele ser noticia Jápeto, es por sus increíbles avalanchas de hielo, las más impresionantes jamás vistas, todo un espectáculo para los astrónomos que no dudan en publicar sus explicaciones en las revistas científicas. Son muchos los centros de investigación que tienen las “lentes de sus telescopios” puestas en este punto del universo cercano.
Jápeto es el octavo satélite de Saturno. ¿Primer enigma? Está muy alejado del propio planeta. Su órbita se halla en una distancia tal de los propios anillos de Saturno, que se dice que desde él, puede verse con tranquilidad el propio planeta y el resto de satélites, todos ubicados en su ecuador.
La revista Nature Geosciencie suele publicar muy a menudo trabajos sobre Jápeto, en especial los dedicados a esas avalanchas de hielo y derrumbamientos que parecen desafiar a la ley de la física. Ahora bien, vale la pena ver con detalle cuáles son todos sus enigmas.
Es una nube blanquinegra
En efecto, Jápeto es blanca y negra. La parte oscura ocupa menos espacio, y la otra mitad, de un blanco traslúcido con misteriosos destellos azulados, tiene su origen en el material del que estaría compuesto este satélite: hielo.

Esta luna es tan casi tan grande como Titán, y el estar compuesta en su mayoría por hielo y algunas rocas, llama mucho la atención de los expertos. ¿Cómo puede mantenerse sin colapsar? Algo increíble, sin duda, teniendo en cuenta que ha recibido el impacto de decenas de meteoritos: ¡Tiene cráteres de más de 350 kilómetros!

El “lado oscuro” de Jápeto permanece impasible, no se sabe muy bien qué ha causado esta coloración, o si es el color de las rocas… No hay datos claros ni concluyentes.
Una misteriosa cordillera… ¿estamos ante un satélite artificial?
Fue en diciembre del 2004 cuando la nave Cassini pasó cerca de ella y se pudo por fin, disponer de imágenes más claras de la superficie de Jápeto. Su superficie es increíblemente rugosa, tanto, que no faltan voces que advierten de si no estaríamos ante una construcción artificial.

Jápeto no es una luna esférica, sino abultada, y a su vez, cuenta con una misteriosa cordillera que recorre su ecuador. Desde lejos, esa luna parece una nuez, como si estuviera “unida por dos mitades” gracias a esa cordillera central.

Las avalanchas
Lo señalábamos al inicio. No se sabe qué las provoca o si se debe a simples fenómenos de fricción y o el siempre deshielo del satélite, pero tienen tal fuerza y se mueven hacia tantos lados que la superficie de esta luna cambia de forma constante.
Los científicos nos indican a la vez algo curioso: su coeficiente de fricción baja y comienza a fluir en lugar de desplomarse. Recorre infinitos kilómetros antes de que desaparezca su energía y se detenga. Estas avalanchas de hielo son algo poco visto y tan desmesurado, que se llega a entender aún de dónde surge esa fuerza para embestirlas.
¿Y si fuera en realidad una nave?
Esta teoría es la defendida por esas voces más arriesgadas y menos científicas que mantienen la idea de que Jápeto, no es un satélite. Las anomalías de su composición, su forma, el hielo, o esa extraña “zona oscura”, estarían escondiendo quizá algún tipo de misteriosa estructura alienígena.

LOS CINCO LUGARES PROTEGIDOS PARA ENCONTRAR VIDA EXTRATERRESTRE

El ser humano está embarcado en el incansable empeño de encontrar vida en otros mundos del Sistema Solar. ¿O no lo está? Lo cierto es que esta idea no se corresponde del todo con la realidad. En la historia de la exploración espacial solo ha existido una misión dedicada a la búsqueda de vida extraterrestre: Viking, que en 1976 posó dos sondas gemelas en Marte.

Aún así, las exploraciones espaciales nos han aportado datos suficientes para intuir en qué planetas o astros se puedan dar mejores condiciones para la vida. Hacemos un recorrido por los cinco lugares del Sistema Solar que se perfilan como los más habitables:


MARTE

La eterna incógnita de si existe vida microbiana en Marte no pudo solventarse en 1976 con las sondas Viking, que produjeron resultados confusos. Desde entonces, otras misiones han tratado de determinar la presencia de los componentes necesarios para la vida tal como la entendemos. Uno de ellos es el carbono; en los últimos años se ha descubierto en la atmósfera marciana una presencia variable de metano, la molécula orgánica más simple. La mayoría del metano terrestre es de origen biológico, pero la fuente del gas marciano aún es un misterio. Por otra parte, la presencia de moléculas orgánicas más complejas ha podido ser confirmada este año por el rover Curiosity.
Otro requisito es la existencia de agua líquida. En 2011 se detectó lo que parecían torrentes estacionales de salmuera que fluían por las laderas marcianas, pero estudios posteriores han concluido que probablemente se trate simplemente de arena seca. Sin embargo, en julio de 2018 se ha revelado la probable presencia de un gran lago líquido bajo el hielo del polo sur de Marte. En resumen y aunque la química del suelo marciano no parece óptima para la vida, las apuestas aún están abiertas.

EUROPA

La más pequeña de las cuatro grandes lunas de Júpiter —ligeramente menor que la Luna terrestre—lleva décadas ocupando un puesto preferente en las cábalas sobre la existencia de vida en otros lugares del Sistema Solar. El principal motivo es el gran océano de agua líquida que se supone existe bajo su costra helada, una hipótesis que cuadra con las observaciones pero que aún no ha podido confirmarse. La masa de agua, que puede alcanzar una profundidad de 100 kilómetros bajo una superficie de hielo de entre 10 y 30 kilómetros, podría duplicar sobradamente el volumen de los océanos terrestres. El océano se mantendría líquido gracias al calor generado por la fricción mareal debida a la gravedad de Júpiter.
Hielo en la corteza de Europa, luna de Júpiter.
Un nuevo análisis reciente de los datos obtenidos por la sonda de la NASA Galileo en 1997 parece confirmar que el océano de Europa expulsa géiseres a través del hielo, lo que facilitaría el análisis de su composición sin necesidad de posar una sonda en la superficie. Al menos dos misiones sobrevolarán Europa en la próxima década, Europa Clipper de la NASA y Jupiter Icy Moons Explorer (JUICE) de la ESA.

ENCÉLADO

Geiseres de vapor de agua en el polo sur de la luna de Saturno, Enceladus
El caso de Encélado es similar al de Europa. Sin embargo, en esta luna de Saturno (de solo 500 kilómetros de diámetro) la presencia de géiseres de vapor de agua fue confirmada en 2005 y 2008 por la sonda Cassini, que ha detectado también otros componentes como metano, nitrógeno, dióxido de carbono, amonio y moléculas orgánicas complejas, todos ellos compuestos de interés en biología. También son bastante sólidos los datos que apuntan a la presencia de un océano salado bajo su capa de hielo, que en principio se creía limitado al hemisferio sur, pero que ahora se cree que ocupa toda la extensión de la luna. Además de la propicia composición química del océano, los indicios que sugieren la existencia de actividad hidrotermal bajo la superficie han convertido a Encélado en un firme candidato para albergar vida.

TITÁN

La mayor de las lunas de Saturno es el único mundo del Sistema Solar exterior donde se ha posado un artefacto terrestre; fue la sonda Huygens de la ESA, en 2005. Durante 90 minutos, Huygens envió cientos de imágenes de la superficie de Titánpoblada por rocas de hielo.
El sol se refleja en los oceanos de hidrocarburos de Titán, luna de Saturno.
Titán hace honor a su nombre como la segunda mayor luna del Sistema Solar, un 50% más grande que el satélite terrestre y poseedora de dos singularidades exclusivas: es la única con una atmósfera densa y el único mundo conocido además de la Tierra con masas líquidas en su superficie. No son de agua, sino de metano, pero en estos lagos y mares podrían habitar microbios capaces de consumir hidrógeno en lugar de oxígeno y producir metano en lugar de dióxido de carbono. Además, el posible océano de agua líquida bajo la superficie de Titán podría también acoger formas de vida más similares a las terrestres o a las que podrían encontrarse en otras lunas como Europa o Encélado.

GANÍMEDES

Por su tamaño, Ganímedes tiene casi entidad de planeta: este satélite de Júpiter es el noveno objeto más grande del Sistema Solar, por detrás de Marte y por delante de Titán y Mercurio, además de ser la única luna con un campo magnético propio. En 2015 los datos del telescopio espacial Hubble sobre el movimiento de las auroras causadas por este campo magnético confirmaron la presencia de un océano salino de unos 100 kilómetros de espesor, escondido bajo 150 kilómetros de hielo.
Asi lucia Ganimedes la luna «casi planeta» de Jupiter en 1976 en su encuentro con la sonda Viking I
Actualmente se especula que podría ser el objeto del Sistema Solar con mayor cantidad de agua, tal vez hasta seis veces más que en la superficie terrestre, y que su interior podría formar un sándwich con varios pisos de hielo y agua líquida. La posibilidad de que la capa más interna de agua esté en contacto con el manto interior de roca sustenta la posibilidad de vida, ya que esta interfaz aporta elementos necesarios para la biología. Ganímedes será el principal objetivo de la misión JUICE de la ESA, cuyo lanzamiento está previsto para 2022.
Según los expertos, diseñar experimentos que puedan viajar a bordo de una sonda robótica para confirmar la presencia de vida en otros planetas o lunas no es tarea sencilla. Y a ello se une otro obstáculo que viene cobrando cada vez mayor protagonismo en los últimos años: la protección planetaria, una directriz que sigue lo establecido en el artículo IX del Tratado del Espacio Exterior de Naciones Unidas y que aconseja no enviar sondas a los enclaves extraterrestres con más probabilidad de albergar vida, por el riesgo de contaminarlos con microbios terrestres. Esto, sumado al alto coste de las posibles misiones, hace que aún esté lejana la posibilidad de comprobar la existencia de vida en estos cinco lugares del Sistema Solar.
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