EL PRIMER RUIDO HUMANO

Desde que Pink Floyd publicó su álbum conceptual The Dark Side of the Moon (‘la cara oscura de la Luna’, en inglés), la negrura ha cubierto esta parte del satélite. Pero la luz del Sol también llega hasta ella dos semanas al mes, igual que a la cara visible. Sin embargo, en cierto modo sí es una región oscura: “Es el lugar del sistema solar más limpio de ondas electromagnéticas”, explica el director del Instituto de Técnicas Energéticas de la Universidad Politécnica de Cataluña, Ignasi Casanova.
Es uno de los motivos principales que explican por qué nadie había mandado un vehículo de exploración antes de la misión china. Desplegar unos satélites en la órbita lunar bastaría para solucionar el problema, solo que la Luna no cuenta con una órbita que lo permita. La misión Chang’e 4 se ha llevado su propio satélite, y lo ha colocado a 65.000 km de distancia de los vehículos lunares. El aparato se encarga de rebotar las comunicaciones que llegan de la Tierra al rover, y desde este al planeta azul.
Su antena de 4,2 m de diámetro es una solución al problema que puede abrir la puerta a una nueva etapa en la exploración del cosmos. La radioastronomía, que recurre a las ondas electromagnéticas para describir los fenómenos astronómicos, tiene un enemigo feroz en la atmósfera terrestre. La ionosfera, una de sus capas, impide que ciertas frecuencias lleguen al suelo… y también que salgan de él hacia el espacio. Por eso solo algunos radiotelescopios pueden usarse desde la Tierra, pero los que buscan las ondas más diminutas deben enviarse al espacio para que puedan hacer su trabajo. La Luna sería un destino perfecto para ellos y quienes los operan. De hecho, la misión Chang’e 4 probará tecnología que, en el futuro, pueda abrir una ventana a nuevas observaciones.
Así que el estudio del suelo lunar del cráter Von Kármán, al ser el más antiguo del satélite, permitirá saber más acerca del pasado de la Luna, pero, a más largo plazo, el suelo del satélite se convertirá en una plataforma para mirar mucho más atrás, hacia el origen del universo. Y no solo eso: gracias a la tecnología de impresión por láser, las impresoras 3D permitirán construir los telescopios con los que mirar al espacio usando el polvo lunar. Todo son ventajas, pero, por si la limpieza electromagnética no fuese suficiente para facilitar el funcionamiento de los telescopios, la cara oculta de la Luna también destaca por detalles como la baja temperatura que hay en los lugares en sombra de sus enormes cráteres, que son óptimos para observar el espacio en la frecuencia del infrarrojo. 
Al no tener atmósfera, la temperatura en la Luna oscila entre los 123 ºC y los -233 ºC, un regalo para los instrumentos bien resguardados del Sol.

HAY VIDA EN LA LUNA

El experto en investigación planetaria Ignasi Casanova ha liderado proyectos basados en ideas tan interesantes como la de extraer oxígeno a partir de los silicatos que hay en el suelo de la Luna. Si lo consiguiera, su habitabilidad estaría mucho más cerca: los cálculos predicen que un kilo de hidrógeno serviría para obtener 16 l de agua. Solo es una idea, lo mismo que usar el polvo lunar para dar cobijo a las personas que viajaran hasta allí. Pero no es descabellado pensar que la impresión 3D podría convertir el regolito en paredes y un techo: “Ese polvo nos permitiría utilizar un material de construcción, en primer lugar, para hacer escudos que protejan a los astronautas y a los equipos de la radiación”, explica Casanova.
Y es que la radiación cósmica es muy potente en la Luna, y puede dañar los tejidos de manera fatal… lo cual es perfecto. Ciertos experimentos relacionados con la vida en el espacio se harían especialmente bien en la Luna. El hecho de que la misión Chang’e 4 haya llevado huevos de gusanos de seda, semillas de la planta Arabidopsis y de patata para recrear un ecosistema ya da una idea de que conocer la geología y avanzar en las técnicas de radioastronomía no son los únicos objetivos de la iniciativa del gigante asiático.
La Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) es el lugar más alejado de la superficie terrestre en el que los científicos están llevando a cabo sus experimentos. Pero, a solo 400 kilómetros de la Tierra, la ISS está dentro de los cinturones de Van Allen, zonas de la magnetosfera terrestre que protegen el planeta de los rayos cósmicos: “Si queremos estudiar cuáles son los efectos de la radiación a corto, medio y largo plazo sobre tejidos o sobre los mismos astronautas, nos tenemos que ir más allá de este cinturón de protección, y la Luna es el primer sitio que tenemos disponible”, explica Casanova.
¿Y para qué iba uno a querer saber cómo se muere un ser humano cuando es expuesto a los rayos cósmicos? La respuesta es fácil: para evitarlo. Es decir, mientras que los estadounidenses viajaron por el cielo de la esquiva cara oculta solo para descubrir la Tierra, en su ascenso sobre el oscuro horizonte lunar, puede que los chinos hayan ido hasta allá para abrir sus ojos a otros planetas menos conocidos. Quizá la cara oculta de la Luna sea el laboratorio perfecto para desarrollar proyectos que abran la puerta a las misiones tripuladas que ampliarán el alcance de las manos humanas en nuestro sistema solar. ¿Han dado un paso adelante hacia el planeta rojo?